Lo dice la ley: cuando alguien entra a trabajar en una empresa o una dependencia del Estado, le corresponde un día de vacaciones por cada veinte días de labor. Salvo, claro, que se trate de la Presidenta de la Nación.
Cristina Fernández de Kirchner, que acaba de debutar en su puesto el último 10 de diciembre, pasó 16 de sus primeros 30 días de administración descansando, y se tomó vacaciones en El Calafate a sólo dos semanas y media de asumir. Según la legislación que rige para el resto de los mortales, a la Presidenta le hubiera correspondido un día de descanso en vez de los 11 que ahora disfruta en su casona del sur. ¿Agotamiento prematuro o desaprensión?
En medio del escándalo de la valija de Antonini Wilson y el papelón de su marido en la selva colombiana, Cristina inició sus vacaciones el viernes 28 de diciembre y no volverá hasta el martes 8 de enero, según lo anunciado por el Gobierno. No pidió ningún permiso especial para tomarse más tiempo del que corresponde ni hubo de por medio un certificado médico que explicara su ausencia a días de estrenar el cargo. Desde el regreso de la democracia en 1983, un solo presidente había tenido una actitud similar: Fernando de la Rúa, que pasó algunos días en la residencia oficial de Chapadmalal a un mes de estrenar el poder.
¿Cómo vivió Cristina su descanso blindado en la Patagonia, lejos de las brasas del Valijagate? ¿Y por qué puso tantos obstáculos para evitar que la registraran los fotógrafos?