Hasta el día en que lo echaron por el escándalo de la valija de Aeroparque, Claudio “Ojota” Uberti cultivaba una curiosa manía. Había adiestrado a sus secretarias para que lo recibieran como a un rey cuando llegaba a sus oficinas del Órgano de Control de Concesiones Viales (Occovi), sobre la avenida Paseo Colón 189. Cuando arribaba a la playa de estacionamiento, su chofer les avisaba por teléfono a las mujeres de su staff. La primera de ellas lo esperaba en el molinete de entrada con la tarjeta magnética de Uberti, quien nunca la llevaba consigo. La segunda secretaria lo aguardaba al lado del ascensor y lo acompañaba hasta el tercer piso. Allí, la tercera secretaria le abría la puerta de su despacho. La cuarta, que supervisaba la estrafalaria carrera de postas sin llegar a participar de ella, se llama Victoria Carolina Bereziuk. Era la más influyente y la más atractiva de las muchas mujeres que trabajaban con Uberti.