Si bien el dinero suele no ser el motivo principal por el cual se originan los divorcios, una vez que la pareja toma la decisión de separarse, los aspectos monetarios pasan a primer plano a toda velocidad –dejando atrás, o por lo menos al costado, celos, infidelidades y otros problemas emocionales–. En esta instancia, los billetes tienden a convertirse en el arma que usarán los futuros “ex” para ajustar cuentas y pasarse facturas, aunque estas tengan poco o nada que ver con el terreno económico.
Esta actitud tan irreflexiva como frecuente, pone en riesgo no sólo el aspecto emocional, sino el patrimonio familiar –la realidad demuestra que durante el primer año posterior al divorcio, el nivel de vida de las esposas cae casi un 27%, mientras que el de los maridos se incrementa en alrededor de 10%–. Por este y otros factores, es fundamental que quienes han tomado la decisión de divorciarse puedan planificar la cuestión económica con tanto empeño como el futuro de sus hijos o los detalles del régimen de visitas.
Como tantas verdades, esta puede sonar cruel, pero es la cruda –y única– realidad: hay que encarar el divorcio como lo haría el mejor hombre (o mujer) de negocios. El llanto y los gritos quedan para los amigos o el psicólogo. Si estás organizando la división de bienes, es fundamental que diseñes un plan bien concreto y lo sigas sin distraerte con cuestiones emocionales. Nadie mejor que vos para cuidar tu negocio. Dejar tus asuntos en manos de terceros puede ser muy tentador, pero también carísimo. Informate de todo y seguí el proceso de separación de cerca, para que no te pase lo que le pasó a una amiga mía que, para no angustiarse por su separación, antes de hablar con los abogados se tomaba un sedante. Tan adormecida estaba, que firmaba todo lo que le ponían delante casi sin leerlo, hasta que un día se dio cuenta de que no sólo se había quedado sin marido, sino también en bancarrota.
Papeles, papelitos… todo suma. Sacá fotocopias de todos los comprobantes que estén al alcance de tu mano –y si no lo están, buscalos–: escrituras, resúmenes de tarjetas de crédito, boletas de la patente del auto, seguros, trámites de herencia serán fundamentales para que negocies mejor cuando llegue la hora de hacer cuentas.
Evitá caer en la trampa de la casa propia. Contra la creencia popular, quedarse con la casa no siempre es el mejor arreglo –especialmente para las mujeres que trabajan poco o nada–. Por lo general, la mensualidad que se acuerda con el ex esposo no alcanza para mantener el estilo de vida que se llevaba antes de la separación. ¿Qué hace, entonces, la mayoría de las mujeres? Lo que no debería hacer: comienza a utilizar sus activos –es decir, a vender cosas– para mantener el tren de gastos “como si nada”. El resultado es dramático: las mujeres de clase media y alta se “gastan” todos sus bienes en un lapso de entre cinco y diez años. Y entonces, ¿qué hay que hacer? La respuesta es: se debe decidir con inteligencia entre el stock de activos –casa, auto, etcétera– o un flujo de fondos sustancial –porcentaje del sueldo del marido o de las ganancias de la empresa, etcétera–, o una combinación entre ambos. Aunque te parezca mentira, una división no equitativa de los bienes puede resultar lo más equitativo o más justo.
Si los números no son tu fuerte, pedí ayuda.
Y no te olvides: mente fría, bolsillo contento.
*Consultor financiero. Autor del libro “Hombre Rico, Hombre Pobre”.