“Hola, bienvenidos a mi casa”, saluda con una sonrisa. Su casa es nada más y nada menos el Park Hyatt Mendoza, un edificio colonial repleto de lujos, en pleno centro de la ciudad, donde Antonio Álvarez Campillo (40), gerente general, pasa gran parte de su día. Nacido en Barcelona, no es un recién llegado al mundo de la hotelería: comenzó acomodando sillas y tras 20 años de carrera y viajes maneja, desde hace poco más de un año, uno de los cinco estrellas mendocino. “Aunque la gente no se lo crea, nací en una familia humilde”, dice al hablar de su infancia, mientras desayuna un plato de frutas tropicales, toma un café y marca que fue feliz a pesar del divorcio de sus padres. “Pasó cuando yo tenía 9 años, nos quedamos con mi madre y ella siempre nos dio mucho amor. Si estoy aquí y a esto se le llama éxito, es gracias a mi madre”.
Noticias: ¿A qué se dedicaba esa madre tan sostenedora?
Antonio Álvarez Campillo: Vendía cursos de inglés, esos que venían con cassettes, ¿quién no los tuvo en aquel entonces?.
Noticias: ¿Por qué la asocia con su éxito?
Álvarez Campillo: Porque hizo lo que pudo para que yo tuviera estudios, y fue quien me dijo que debía aprender inglés. Yo tenía 15 años y ahora me doy cuenta de la buena visión que tenía.
Noticias: Después del colegio secundario, ¿fue a la universidad?
Álvarez Campillo: Estudié Delineación Técnica, nunca terminé. Mi padre abrió un restaurante de mariscos y para ganar unas pesetas fui para allá. Al ser el hijo del dueño, trabajaba desde las 8 de la mañana hasta la medianoche, era el que recibía los gritos y al que no le pagaban nada, pero bueno…
Noticias: Entonces, ¿en su primer trabajo la pasó mal?
Álvarez Campillo: No, todo lo contrario, fue una muy buena experiencia, tuve la oportunidad de trabajar con maitres de la vieja escuela, que hacían el servicio al lado de la mesa. Si había que limpiar un pescado o trinchar una carne se lo hacía arriba de la mesa, hasta pelar una naranja.
Noticias: ¿Peló una naranja frente a los comensales?
Álvarez Campillo: Sí, suena increíble, pero existe un método, lo haces delante de la mesa y lo sirves.
Noticias: ¿Esa experiencia de trabajo lo marcó?
Álvarez Campillo: Claro, yo era joven y no conocía nada del entrenamiento laboral. Creo que eso me atrapó un poquito. Después del servicio militar, mi madre conocía a una persona en un nuevo hotel que abría en Barcelona, un Hilton, y con mis 20 años entré como montador en banquetes, poniendo sillas en reuniones grandes. Así empecé en hotelería y estuve cuatro años.
Noticias: ¿Siempre organizando banquetes?
Álvarez Campillo: No, hice de todo… A los cuatro meses fui ayudante de camarero, luego camarero, entré al restaurante, hice servicio a la habitación y terminé de barman. Fue una de las cosas que me gustó más, porque te diviertes. Joven, barman, en un hotel de cinco estrellas, me sentía el rey.
Noticias: ¿Y cómo siguió su carrera hotelera?
Álvarez Campillo: En 1994 me fui a otro hotel en Barcelona, el Arts, de Ritz-Carlton, que tiene un muy buen programa de capacitación; creo que vengo de esa escuela. Entré como barman, fui supervisor de banquetes, gerente de restaurante y fui creciendo hasta que me marché a Atlanta, donde tuve mucha exposición. Me sirvió para crecer y me transfirieron al Ritz-Carlton de Nueva York. Con 32 años, un mes después de los atentados del 11 de septiembre a las Torres Gemelas llegué a Manhattan para participar de mi primera inauguración de un hotel. Te hace tener una visión integral del negocio.
Noticias: ¿Cómo fue ese desembarco, con la tragedia aún latente?
Álvarez Campillo: Cuando llegué había carros blindados en las calles, con ametralladoras, armas, no estaba siquiera el Ground Zero. Hicimos una inauguración difícil, pero emotiva. Toda la ciudad y el país estaban pendientes de cualquier negocio que abría, sobre todo en aquella zona. Allí aprendí mucho, viví dos años y volví a Barcelona con un nuevo hotel, el Gran Hotel La Florida. Fue difícil dejar el Ritz-Carlton.
Noticias: ¿Por qué?
Álvarez Campillo: De alguna manera, allí me había hecho mayor en el mundo de la hostelería. Pero la experiencia con esta nueva corporación de Barcelona, que no era grande, me hizo conocer muchas cosas porque no tienes los recursos que te brinda una compañía grande. Abrimos muy bien y estuve también dos años.
Noticias: Atlanta, dos años; Nueva York, dos años; Barcelona, otros dos, ¿por qué en cada destino sólo se queda dos años?
Álvarez Campillo: Pues la verdad no lo sé, pero así fue. Después me contactó un “head hunter” (cazador de talentos) para la apertura del Palacio Duhau Park-Hyatt Buenos Aires, en el 2005, yo tenía 36 años. También fue una apertura espectacular y los argentinos me encantaron.
Noticias: ¿Fue un cambio muy grande venir a la Argentina?
Álvarez Campillo: No tanto. Cuando llegué a Buenos Aires, me pareció una ciudad española. Creí que era Madrid, se parece mucho, no tanto a Barcelona. Aparte, ves mucha empresa española: Telefónica, Banco de Santander, es como si estuviera en España, era un poco raro. Llegué en septiembre del 2005 y abrimos en julio del 2006. Allí estuve como director de operaciones, dos años también –dice riéndose– pero tuve una mala experiencia, mi primer problema de salud serio.
El problema al que alude el gerente general del Park Hyatt Mendoza empezó como un neumotórax (aire entre el pulmón y la pleura). “Quede asustado”, recuerda. Los médicos lo tranquilizaron asegurándole que era algo normal para las personas altas, entre los 20 y 40 años. “El neumotórax fue relativamente fácil: metieron tubito, sacaron el aire y todo bien. Pero en los estudios vieron algo en el lóbulo inferior del pulmón izquierdo. Hicieron una biopsia y en el medio tuve otro neumotórax. Entré al quirófano para curármelo, al día siguiente desperté y el doctor dijo que me habían operado de cáncer”.
Noticias: Un cáncer muy discreto, se enteró cuando ya no lo tenía…
Álvarez Campillo: Yo no sabía que ahí había un cáncer. El cirujano me dice que lo habían extirpado y pregunto: ¿cómo cáncer?, pero mejor… no tuve que sufrir nada. Si no hubiera tenido el segundo neumotórax eso hubiera durado cinco o diez años y hubiera sido peor. No tuve que pasar la quimio, estoy curado de cáncer, fue una experiencia fea pero afortunada.
Noticias: Es soltero, ¿no pensó en ese momento más que nunca en formar una familia?
Álvarez Campillo: La verdad es que cuando estás solo en la habitación de un hospital, y lo único que tienes es el teléfono y una tele horrible, piensas en muchas cosas, por ejemplo por qué trabajar tanto. Estoy todo el día acá, y de alguna manera dices “Quizás no hay que tomárselo tan en serio”, creo que ya es hora de pensar en una familia propia.
Noticias: Candidatas no le deben faltar…
Álvarez Campillo: Alguna vez, alguna sale. En realidad, ahora lo pienso más que nunca, sobre todo lo de tener un hijo, siempre lo tuve en mente. Pero ir de hotel en hotel, de ciudad en ciudad, me sigue gustando y tengo mucho por delante.
Mientras habla, Antonio mueve sus manos de manera constante, y en su muñeca izquierda un lujoso reloj refracta los rayos del sol mendocino. No es solo un detalle, Álvarez Campillo se desvive por los relojes y tiene más de 150 en su casa natal barcelonesa.
Noticias: ¿Cómo empezó su fanatismo por los relojes?
Álvarez Campillo: Cuando tenía 20 años y entré en el Hilton, era barman y llovían propinas, tenía mi salario y vivía en casa. En aquel entonces me creía guapo, como todos los chicos, y como tenía el dinero empecé con los Swatch y me hice “Swatch collector”.
Noticias: ¿Qué distingue a un “Swatch collector” del resto?
Álvarez Campillo: Swatch sacaba un modelo especial, lo vendía sólo en dos o tres tiendas y yo hacía colas de varias horas para tenerlo. Debo tener como 150 relojes, todos en mi casa de Barcelona. Luego empiezas con los de verdad y hasta donde el poder adquisitivo te da, porque no son baratos. En Buenos Aires, además de mi problema de salud, tuve otro con los relojes.
Noticias: ¿Qué le pasó?
Álvarez Campillo: Tenía un Bvlgari del que solo había mil unidades por cada ciudad que representaba, y un Brightline, entraron en mi casa y me los robaron. Era una colección de puta madre, eso me tocó las narices. Ahora tengo este grande, están de moda, pero me gustaría tener un montón.
El gerente general del Hyatt Mendoza también es un apasionado de los deportes. “Básquet y ajedrez hice toda la vida. Con 15 años jugaba al ajedrez y a los 20 estaba inscripto en un club, con mis amigos jugábamos partidas de cinco horas. Ahora que lo veo, podía parecer un ‘nerd”‘, dice, y agrega que dejó atrás los días de infancia en los que imitaba a Maradona, gambeteando con amigos del barrio en la Barcelona de sus amores.
Noticias: ¿Hoy qué practica?
Álvarez Campillo: Con la hotelería al ajedrez un poquito lo dejé. Con el básquet sigo, soy pivot, y ahora también juego al póquer. Empezamos en Barcelona con amigos, en Buenos Aires nos reunimos con una gente para unas partidas cada semana y en Mendoza intento armar un grupo.
Noticias: Dicen que juega como los dioses…
Álvarez Campillo: Bueno… tanto no, el que te lo ha dicho te ha mentido, cuando mis amigos lean esto van a decir: “Si a este yo le gané 14 veces” (risas), pero es muy divertido, una buena manera de estar con amigos.
Noticias: Por último, pregunta obligada: ¿cómo vive la crisis piloteando un hotel cinco estrellas?
Álvarez Campillo: Soy de los que no quieren ni pensarla, ni involucrarla en lo que hago día a día. Lo cierto es que nadie viaja por placer debido a este tema, porque no quieren arriesgar. Ahora llega la temporada baja en mayo, junio, julio y agosto, todo va a ser más difícil y si hay que apretarse el cinturón, se lo aprieta. Pero vamos a pasar la crisis, vamos a aguantar.