Hugo Moyano se pasó la tarde del miércoles 20 hablando con el jefe de Gabinete Aníbal Fernández. Poco después del mediodía, una patota de la Unión Ferroviaria había emboscado en Barracas a un centenar de trabajadores tercerizados que protestaban contra sus despidos. Los atacaron a tiros y asesinaron al militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra (ver recuadro). Pese a que su vínculo con el ferroviario José Ángel Pedraza es distante –sólo sostenido por el consejo mediador del ministro Julio De Vido– Moyano no disimulaba esa tarde su nerviosismo. Se veía venir una vinculación de los episodios de Barracas con su propio estilo extorsivo. Despotricaba anticipadamente contra Clarín: “Me van a cargar el fardo a mí”, bramó, desconfiado.
Por lo menos una vez, durante las cinco horas de silencio oficial, se comunicó telefónicamente con el ex presidente Néstor Kirchner. Le propuso “pegar” al sindicalista José Pedraza con el ex presidente Eduardo Duhalde: había que hacer trascender una reunión entre ellos como si fuera reciente, cuando, en realidad, se había realizado hace más de un año. El ex presidente asintió: lo ayudaría a salir del aprieto mediático. “No sea cosa que me quieran hacer aparecer como el responsable del primer muerto kirchnerista”, intimidó el camionero. En la Casa de Gobierno están acostumbrados. Hace un mes, Moyano se plantó ante el jefe de Gabinete obsesionado por la investigación del juez Claudio Bonadío en la obra social de los camioneros: “Te juro que si yo voy en cana, me los llevo puestos a todos ustedes, ¿eh?”. Fernández eludió el apriete indirecto y le contestó con firmeza: “No me usés a mí de forro ni de mensajero. Andá a decírselo vos a Néstor”.