Fuimos todo. Menemistas, cavallistas, aliancistas, duhaldistas, kirchneristas. Y más.
En junio del 2003, por ejemplo, aparte de menemistas fuimos desestabilizadores. Por lo menos así se interpretó la tapa de NOTICIAS “Oficialitis” que denunciaba la desaparición del sentido crítico entre políticos, periodistas, empresarios y economistas. Estaban todos tan enamorados de los Kirchner (ok, la Caja también pudo haber influido algo) que aquella tapa fue tomada como una afrenta al interés colectivo. Lo de desestabilizadores corrió por cuenta de algunos colegas y economistas. Lo de menemistas, vino del kirchnerismo y cada tanto se lo vuelve a escuchar.
Habrá que hacérselo entender a Carlos Menem, su familia y asociados. Los diez pedidos de prisión que llevó adelante el clan, más las decenas de juicios de sus funcionarios, ¿habrán servido para disimular tanto apoyo recibido desde estas páginas? Qué gran duda. Si se consideran oficialistas las cientos de tapas con las que NOTICIAS denunció (con la solitaria compañía de Página/12) a la corrupción menemista, ¿cómo sería ser crítico?
En las últimas semanas, desde el aparato comunicacional del Gobierno, se repitió también que fuimos cavallistas. Y como prueba contundente se dijo: “¡Una vez regalaron un libro de Cavallo!”.
En este caso, al menos la acusación es ocurrente: considera que darle al lector un texto en el que el ministro que había inventado la Convertibilidad explicaba qué hacer con ella, era una muestra de obsecuencia cavallista. Pero entonces surge otro interrogante: ¿en qué nos convertiríamos por haber regalado también libros de Favaloro, Bioy Casares, Benedetti, Alicia Moreau de Justo, Hannah Arendt o Alfonsina Storni, entre otros? Lo que termina de confundir es cómo se explicarían en todos los casos las decenas de notas y tapas en las que se criticaba al ex ministro, como la recordada “La moral de Cavallo”, que lo llevó a llamarnos “idiotas útiles del narcotráfico”. Está comprobado por qué hablar es tan barato: la oferta siempre supera a la demanda.
La acusación de aliancistas también surge de las usinas kirchneristas, y en este caso, no tiene gracia por la forma en que terminó esa experiencia y las tapas implacables que le dedicó esta revista, desde “Basta de siesta” hasta la serie sobre el Senadogate.
El año pasado, durante la celebración por los 20 años de NOTICIAS en el Congreso, el propio Fernando de la Rúa nos excusó por ese estilo “oficialista”: “Me preguntaron recientemente qué me parecía el trato tan duro que tuvo esta revista con nuestro gobierno. Yo digo que eso no es lo importante. Lo importante es que lo hayan podido decir en libertad”. Touché.
La acusación de duhaldistas encierra cierta hiriente impudicia. En el marco del asesinato de José Luis Cabezas, NOTICIAS no podía no ser extremadamente crítica con el gobernador del territorio en el cual se produjo el crimen de nuestro fotógrafo. En ese contexto, se decidió romper un off the record con el entonces gobernador Duhalde, llevar la información recibida a la Justicia y traducirla después en una tapa. No podíamos hacer otra cosa tras escuchar de su boca que habrían encontrado el arma con la que se mató a José Luis. Para confirmar su desazón con esta revista, durante su presidencia, se lo instó desde nuestro título de tapa “Elecciones ya”, a que presentara la renuncia y normalizara el proceso electoral del país.
Mientras que las anteriores acusaciones juegan con el eventual olvido producido por el paso del tiempo, a la de kirchnerista es difícil de encontrarle sustento, ni siquiera desde el humor. Pero aunque parezca raro, durante los últimos años, los sitios de internet están repletos de opiniones del estilo: “NOTICIAS se vendió al kirchnerismo”.
Tales acusaciones arrecian, por lo general, después de que la revista le dedica notas críticas a opositores con buena imagen social, como Carlos Reutemann, Mauricio Macri, Julio Cobos o Elisa Carrió.
(Antes de seguir, recuerdo otra culpa que escuché en las últimas semanas en un programa de la televisión paraestatal: “NOTICIAS apoya a Carrió y es desleal con sus lectores al no decírselo”. Le pasé el dato a Franco Lindner, el editor de Política Nacional, a quien la diputada se niega a atenderle el teléfono. De nuevo: cuando la propia Carrió salió el año pasado en plena campaña electoral a criticar duramente una tapa de esta revista con su cara y la de Gabriela Michetti, ¿también lo hace para disimular tanto “carrioismo” de nuestra parte?).
La acusación de kirchnerista tuvo su momento de gloria este verano cuando el diario Clarín le dedicó casi una página. Fue después de la publicación de la tapa “El negocio de pegarle a Cristina” que contaba cómo la rotunda caída de imagen de los K favorecía el despegue de los que incluso habían sido oficialistas hasta poco tiempo atrás, como Cobos, Martín Redrado o el mismo grupo Clarín.
Los lectores de NOTICIAS lo saben bien, pero por las dudas recordémoslo una vez más: hoy, casi ningún medio deja de recibir publicidad oficial, ni siquiera Clarín, y eso significa millones de ingresos adicionales por año. El único medio que nunca la recibió es esta revista. Ingrata paga la de este gobierno.
Una aclaración: por un error seguramente involuntario del jefe de Gabinete, en el informe dado a conocer esta semana sobre publicidad oficial consta que esta revista recibió unos $ 400.000 en el último trimestre del 2009. Se le envió una carta documento para solicitarle que reemplace esa cifra por la que corresponde: 0 (cero).
Lo curioso es que el mismo día en que Clarín calificó a NOTICIAS de kirchnerista, el diario oficialista Página/12 le dedicó un espacio similar a aquella tapa, pero en este caso, para castigarla por la irrespetuosidad con que se había expuesto a una presidenta que aparecía con magullones ficticios en su rostro. Seguía la argumentación que esa semana había hecho el programa del canal público al que la palabra híperoficialista le queda chica, “6,7,8”.
A todas las culpas que tenemos habría que agregar algunas más: también somos culpables de no aceptar presiones de grupos de poder, de intentar una triple independencia periodística (del Gobierno, de los anunciantes y de los propios lectores) y de no canjear línea editorial por negocios oficiales.
Pero las múltiples acusaciones que arreciaron en los últimos tiempos no son novedosas. Son tantas y tan enfrentadas entre sí las recibidas en estas dos décadas, que por momentos resulta trabajoso seguirles el hilo. Quizás la desaparecida revista “Humor” pudo haber tenido durante la dictadura el mismo raro privilegio. Porque además de acusaciones políticas, también hubo otras: fuimos pornógrafos, “infectocontagiosos” y hasta fuimos narcotraficantes.
No es broma. El juez Norberto Oyarbide inició una investigación a partir de un anónimo de diez líneas que le llegó a su despacho. Se trataba de éxtasis, involucraba por alguna vuelta del destino a Jorge Lanata y el tráfico de droga lo realizábamos preferentemente los jueves, el día de cierre de cada edición. Después de que la Justicia no logró pruebas concluyentes sobre el vínculo de esta redacción con el narcotráfico, supimos que la denuncia había sido hecha para que el juez autorizara a pinchar “legalmente” los teléfonos de NOTICIAS.
La semana pasada, la historia de acusaciones se enriqueció con una nueva. Recibí un mensaje de un vocero de la DAIA diciendo que tenía interés en hablar conmigo. Fue en la semana en que llegó a su punto máximo la ofensiva del Gobierno escrachando a periodistas en los medios oficialistas y en carteles en la vía pública a modo de “Buscados”. NOTICIAS denunció que esos carteles habían contado con la aprobación del ex presidente Kirchner, el mismo que maneja el monumental aparato comunicacional del Estado para “marcar” disidentes. Y que en la práctica, ya ocasionó insultos, escraches, farsas de juicios populares y agresiones. Desde ese aparato propagandístico se había difundido cuatro días antes un informe trucho en el que se le atribuía al fundador de esta revista, Jorge
Fontevecchia, haber escrito en junio de 1978 (casualmente poco antes de ser detenido en el centro clandestino El Olimpo) una nota en defensa de la dictadura.
Como ya había recibido algunos llamados de solidaridad por esos días, supuse ingenuamente que el mensaje de la DAIA iría en el mismo sentido. Grueso error.
El llamado, por el contrario, era para advertirnos sobre la equivocación de ilustrar una tapa con un uniforme de reminiscencias nazi para caricaturizar a un Kirchner con brazalete K incluido. Le pregunté al vocero de la DAIA si cuando Chaplin se disfrazó de Hitler en su Gran Dictador, para denunciar con sarcasmo los métodos del nazismo, ellos también lo hubieran reprendido. Y le expliqué de nuevo lo que creemos que todos entendieron, salvo algunos comunicadores que, justamente, forman parte del aparato estatal denunciado: consideramos que Kirchner es una caricatura tanto del fascismo como del progresismo (de ahí el neologismo “fachoprogresismo”), pero sus rasgos autoritarios encierran el peligroso uso de técnicas que ya resultaron lacerantes para la Argentina en particular y para la humanidad en general, como el uso del aparato comunicacional estatal para denunciar a los críticos. La comunidad judía sabe bien de qué se trata el huevo de la serpiente y quizás espera que una organización que la representa lo denuncie o, al menos, apoye a quien lo haga. Y no al revés.
Me parece saludable la tensión entre los medios y los distintos poderes. Y una enfermedad peligrosa la obsecuencia política, practicada con esmero cuando los gobiernos gozan de popularidad. También creo que desde 1983 para acá, la sociedad no tolera que se le impongan límites a la libertad de expresión, por lo que hasta ahora ningún gobierno se atrevió a avanzar con una censura explícita. Fracasaron los intentos de leyes mordazas, pero sí hubo aprietes por vía judicial y económica. En 20 años, NOTICIAS sufrió esas variantes, y algunas más: bombas, la agresión física, el impedimento para ingresar a la Casa de Gobierno y la prohibición de hablar oficialmente con los ministros, sin contar exabruptos menores. Y dejando a un lado el único hecho que no tiene solución, el crimen de Cabezas. Que si bien no fue planeado desde el poder político, tuvo lugar en un marco de impunidad alentado sí desde ese poder.
Sin embargo, más allá de los extremos, podríamos aceptar que la tensión es normal en la relación entre un medio crítico y los gobiernos de turno, y que estos pueden responder con verdades, con mentiras y con acusaciones falsas.
Pero algo está cambiando. Y no es para mejor.
Entre el 2003 y el 2008, todos los medios estatales y la mayoría de los privados ejercían un oficialismo pasivo que consistía en abstenerse de criticar y en archivar el género de la investigación periodística. Nombres como Lázaro Báez, Cristóbal López y Rudy Ulloa eran bien conocidos por los lectores de esta revista, pero no frecuentaban muchos otros medios. Del mismo modo en que tampoco se hablaba del incremento patrimonial de los Kirchner, los fondos de Santa Cruz ni los sospechosos negocios con Venezuela.
Pero todo empezó a cambiar cuando el conflicto con el campo marcó la ruptura del humor social frente al kirchnerismo, y algunos medios entendieron que sería suicida seguir exponiéndose ante sus audiencias con lecturas ingenuas sobre la realidad. Luego, el proyecto de Ley de Medios, transformado por el Gobierno en una herramienta contra Clarín, más la derrota de Néstor Kirchner en las elecciones bonaerenses, terminaron con el viejo escenario de oficialismo clásico en los medios.
Desde mediados del año pasado, el kirchnerismo puso en marcha la mayor y más agresiva maquinaria comunicacional de propaganda oficial desde la recuperación de la democracia. El oficialismo complaciente de los medios dejó paso a un oficialismo militante que cuenta con una cantidad inédita de medios estatales y paraestatales vinculados directa o indirectamente con la Caja pública.
La explicación la dan en Olivos. Están convencidos de que o los Kirchner destruyen a Clarín, o Clarín los destruye a ellos. El matrimonio cree que al menos uno de ellos corre el riesgo de ir preso, al igual que algunos de sus funcionarios más polémicos, y que eso sería posible por una venganza del Grupo contra el único gobierno que osó enfrentarlo. En esa “madre de todas las batallas”, como la llaman, no se aceptan posiciones intermedias ni a quienes dudan: “O están con nosotros o están en contra”.
No se trata entonces sólo de quedarse en el poder por cuatro años más para “profundizar el modelo”. Se trata, antes, de resguardar la propia libertad.
Esa es la lógica belicista detrás de un aparato comunicacional al servicio del todo o nada. Les queda un año y medio hasta unas elecciones en las que deben alcanzar el 40% de los votos y evitar un ballotage casi imposible de ganar. Tienen el dinero del Estado, la red de Inteligencia y los mecanismos de presión para servir a ese cometido.
Hoy, los Kirchner le dieron a la televisión abierta un papel fundamental en esa batalla. Esta administración usa, como las anteriores, al Canal 7 como un medio de propaganda gubernamental. Pero con variantes clave. Primero, triplicó la audiencia con el “Fútbol para todos”, llevando el punto habitual de rating a los 3,4 puntos promedio de abril. El fútbol se sustenta en los más de 600 millones en publicidades que se emiten en todos los partidos del campeonato y que pueden hablar sobre la buena marcha del Gobierno, convocar a actos contra opositores o atacar jueces. Además, le sumó al oficialismo tradicional de su programación, el oficialismo combativo del programa “6,7,8”, que se emite todos los días, salvo los sábados, y en horario central. En abril, su rating promedio fue 3.3. Esto significa alrededor de 330.000 espectadores entre la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, y otros 330.000, aproximadamente, en el resto del país. Total: 660.000.
Ese programa es producido por Diego Gvirtz, uno de los hombres más creativos que dio la televisión en los últimos años, y que se hizo célebre por el uso de los archivos para desenmascarar el doble discurso del poder político. En el 2008, por ejemplo, en un reportaje con esta revista (ver recuadro), acusaba a Mario Pergolini por ser obsecuente con el kirchnerismo. Incluso, cuando la avanzada del Gobierno no era tan beligerante, su programa en Canal 7 aportaba una mirada refrescante desde el oficialismo.
Al canal público se le sumó ahora Canal 9, que abrió su burbuja de culebrones latinos al oficialismo explícito de otros programas de Gvirtz, quien llegó a la emisora con el pan de la publicidad oficial bajo el brazo. Allí se ve “Duro de domar”, de lunes a viernes; y “TVR”, los sábados. El formato es el mismo que el de “6,7,8”, de hecho usa sus mismos contenidos, y le garantizan al Gobierno 660.000 espectadores adicionales por “Duro de domar”, y 1.100.000 por “TVR”. Es decir, más de 1.300.000 de personas siguen por día en todo el país la bajada de línea de los dos programas de Gvirtz, más 1.100.000 los sábados y 800.000 los domingos por “6,7,8” (equivalente a la medición del domingo 2 de mayo).
Una audiencia impresionante para esta suerte de guerrilla comunicacional, parafraseando a Hugo Chávez, y con perdón de los guerrilleros que alguna vez tuvieron objetivos más arriesgados que el de humillar a Amalia Granata por dejar mal parado al jefe de Gabinete.
Al oficialismo combativo en la televisión abierta se le suma una pieza esencial: Telefe, el canal de mayor audiencia, que no cuenta con programación política (“CQC” sigue dedicándose a cazar funcionarios ignotos) y que en sus noticieros trata a Cristina Fernández con una cordialidad que cualquier presidente envidiaría. Esto le suma 8.6 puntos del noticiero del mediodía más 13.7 del de la noche y 9.1 del de medianoche. Siempre según el promedio de abril auditado por IBOPE. El canal de Telefónica (una empresa de servicios que, claro, mantiene continuos vínculos comerciales con un gobierno que la controla de cerca) le agrega al oficialismo otros 6.2 millones de personas que reciben, preferentemente, buenas noticias todos los días.
También están los noticieros combativos de Canal 7 (cinco ediciones diarias más flashes a cada instante; 6.6 puntos de rating en total, con 1.300.000 espectadores), más los noticieros complacientes de Canal 9 (cuatro ediciones diarias con 4.400.000 espectadores).
Así, en el impresionante cañón de la televisión abierta, el kirchnerismo tiene dominio mayoritario (los programas de El Trece y América están en minoría) para mostrar los actos de Néstor y Cristina, las nuevas obras públicas y los índices del Indec.
El universo mediático del Gobierno se completa con las repetidoras del 7 y Radio Nacional, la agencia Télam, más las buenas ondas que le tira Daniel Hadad desde el canal C5N y Radio 10, líder en AM; y el cada vez más amplio grupo de radios, diarios, revistas y sitios de internet mantenidos gracias a la publicidad oficial. En todos ellos, el oficialismo pasivo también es cuestión del pasado. Mantener a tanta militancia mediática cuesta mucho: pasó de $ 46 millones en el 2003 a $ 1.429 millones el año pasado.
¿Quiénes fueron los más beneficiados? Vamos, no es una respuesta difícil: Telefe (con 16% más de publicidad que El Trece sumado a TN, en un año que terminó empatado en rating), Página/12 (líder absoluto en publicidad oficial en diarios) y el grupo Hadad. Además de Sergio Szpolsky, impresionante aspiradora de esta publicidad (supera a Clarín y duplica a La Nación) que está a punto de sumar un nuevo diario a su grupo de medios gráficos. En el informe 2009 no se reflejan aún los millones que este año, de la mano de Gvirtz, comenzó a recibir Canal 9.
George Bernard Shaw sostenía que “un gobierno que le roba a Pedro para pagarle a Pablo siempre puede contar con el apoyo de Pablo”.
Cuando los periodistas más reconocidos se sorprenden por el nivel de agresividad que encuentran en la calle, hay que pensar en estos millones de personas que día a día escuchan repiquetear en sus cabezas los mensajes de todos los Pablos que demonizan a quienes piensan distinto.
Confieso que siento cierta admiración por algunos intelectuales que honestamente se pusieron la camiseta del oficialismo. Nunca es fácil quedar asociado a un poder político que inevitablemente desaparecerá, con el riesgo de verse salpicados por el desprestigio que suele seguir a esas caídas. Y tiendo a creer que la mayoría de los periodistas que hoy arriesgan su nombre lo hacen por convicción, aunque en el camino pierdan el mínimo sentido crítico hacia el poder político que, entiendo, requiere esta profesión.
A algunos, incluso, se les nota por momentos que sienten el impulso estremecedor de volver a ser independientes del poder, pero es cierto que hasta ahora siempre lograron superar la tentación.
Sé que también ellos sufren en la calle las consecuencias del mismo clima beligerante que siente el resto de los periodistas. ¿Pero le cabrá una responsabilidad mayor a quienes manejan medios públicos?
Desde esos medios se sostiene que su misión es “frenar a la dictadura de los medios privados, con Clarín a la cabeza”. La cuestión es que si esa dictadura fuera real, ¿sería correcto combatirla con otra dictadura? Porque lo esperable es que un Estado no utilice los mismos métodos ilegítimos que supuestamente aplican los privados. Y el uso de los medios públicos para escrachar a políticos, intelectuales y periodistas que no piensan igual, y jamás aceptar debatir con los críticos, se parece bastante al mensaje único que suelen propalar las dictaduras. En el pasado argentino, hubo delirantes que se jactaban de responder con una guerra sucia a una supuesta provocación de grupos privados.
Kirchner no es un dictador. Es el líder de un gobierno democrático con rasgos autoritarios y sobrante de Caja, en uso de mecanismos de control social inéditos desde 1983. También fue quien encausó una recuperación económica inédita en la historia y llevó adelante valiosas políticas en materia de Derechos Humanos.
Al recibir su merecido Martín Fierro, Eduardo Aliverti se indignó porque algunos periodistas se mostraban preocupados con las consecuencias de esta avanzada del Gobierno: “Acá se chupó demasiada gente, se picaneó, se violó, se tiraron cadáveres al mar, como para que venga alguno a decir que tiene miedo”.
Para mí, en cambio, esa alarma resulta un síntoma de salud institucional. A 34 años del golpe más sangriento de la historia, ¿hay que esperar más violencia para que demos señales de alerta? Me parece que no habríamos avanzado nada si la respuesta fuera sí.
Perón decía que la única verdad es la realidad. Creo que no: que la única verdad es que no hay una única verdad. Sólo los locos y los ignorantes creen tener siempre la razón, y ven al que dice lo contrario como un enemigo.
Sin verdades reveladas y con la fértil pasión de quienes saben que no saben, sería más sencillo debatir y encontrar puntos de contacto. Con el otro. Sin la necesidad de derrotarlo.
Y en cualquier caso, ¿habrá vida después de esta “madre de todas las batallas”? Entre las acusaciones que se nos vayan a sumar a partir de ahora, nos podríamos declarar culpables de una más: suponer que sí. Ni un gobierno que quiera usar a los medios con fines personales. Ni medios que usen al periodismo como instrumento de presión.
Para los periodistas y para quienes aún nos creen, hasta puede quedar una enseñanza superadora después de que pase esta tormenta que hoy nos hace entrecerrar los ojos y apretar tanto los dientes.