Sólo una frustración lleva en la mochila: no haber estudiado piano. No parece mucho, para un hechicero de las palabras, lúdico personaje que malversa sus talentos en el periodismo, la poesía, el dibujo y el humorismo. Carpintero y abogado, autor de canciones y editor, Miguel Brascó es más conocido por haber direccionado su formidable capacidad de goce hacia los vinos y la gastronomía. La bodeguita de su departamento de Recoleta, de hecho, tienta más que la bóveda del tesoro del Banco Central.
Noticias: ¿Es un ser excesivo, un gran curioso o un acaparador de talentos?
Miguel Brascó: Al comienzo de mi vida, titubeante, trémulo y adolescente, me pareció un mérito esa especie de talento renacentista. Los escritores son casi todos dibujantes; Blake, Ezra Pound. Yo estudié dibujo con José Planas Casas, tío de Battle Planas, él me dijo: “La casa de la creación tiene innumerables habitaciones, ventanas y puertas. Destraba todas las puertas, abre todas las ventanas”.
Noticias: ¿Al no limitarse, se va produciendo una sinergia?
Brascó: Estás convocando la totalidad de tus percepciones y experiencias. Fue clave, me sirvió para todo. Con el tiempo me di cuenta de que sobresalir en todo es como no sobresalir en nada. Iba a reuniones literarias y decían: “Ahí viene Brascó, que sabe de vinos una barbaridad”, siempre lo que no competía (sonríe). Mis amigos dibujantes miran mis dibujos con simpatía, pero nunca me dicen nada, la única excepción fue “Tatato” Benedit.
Noticias: ¿Siente compulsión por crear o las cosas van llegando?
Brascó: Hay una frase de Alfonso Reyes: “¿Qué estás haciendo?: estoy viviendo”. Es así: según vivo, produzco una cosa o la otra.
Noticias: ¿Hay un equilibrio en su vida entre lo luminoso y lo oscuro, lo encontrado y lo perdido?
Brascó: Un equilibrio es el desideratum de cualquier criatura inteligente, no es tan fácil. La muerte de mi mujer, Lucila Goto, de cáncer a los 40 años, fue un hachazo, creí que me iba a morir. Me ayudó el budismo zen, uno de sus principios aconseja aceptar lo que viene y despedirse de lo que se va.
Noticias: ¿Expresa el afecto, abraza, pide perdón o hay que adivinarlo?
Brascó: Sí, bueno…uno es un misterio. Soy muy sociable, me comunico fácil y doy charlas graciosas, soy humorista. Pero el mes pasado leí poemas en la Universidad de Santa Fe y la gente esperaba que hiciera humor. Es el precio por ser un perverso polimórfico.
Noticias: ¿Cree que irá al cielo o derechito al infierno?
Brascó: Creo que ambos existen acá, estoy más en el cielo, pero tengo buena relación con el demonio. Mi mujer se pone nerviosa, hablo del demonio con el padre (Rafael) Braun como quien habla de Kirchner. Las liturgias demonizan al demonio, pero Goethe lo definió claramente: “El Uno afirma y el Dos niega”. No creo en el monoteísmo. El Dios verdadero no pudo haber creado el universo: Dios es perfecto, no necesita crear nada, Dios “es”.
Por una jugarreta del destino nació en Sastre, Santa Fe (“Tuve el buen tino de irme a tiempo, me dijeron que tiene la más alta tasa de suicidios del país. Tal vez haya sido una ola, ¿no?”), y se crió en la Patagonia: en Santa Cruz, por entonces un enclave de la colonia inglesa. Hijo del médico, hermano menor de Rosa y Jaime, Miguelito era tranquilo y, por momentos, la piel de Judas: “Tenía un escritorio lleno de papeles, igual que ahora, y a los 8 años había leído todo Julio Verne, Salgari. A Alejandro Dumas lo leí en “Leoplán”, fue muy emocionante cuando me llamaron para que hiciera un suplemento de humor, después dibujé la tapa. Por la puerta de esas lecturas entré en la historia: Luis XIV, Luis XV, Richelieu, Mazarino… Era imaginativo y el ámbito daba muchas posibilidades: en la ría, las mareas tienen catorce metros y el mar deja a la luz moluscos, caracoles, el fondo del mar. Fue una infancia prodigiosamente rica”.
En aquel territorio de libertad y expansión hizo buenas migas con la perra ovejera Choochumake, un pollo “que se creía humano”, un guanaco y un ñandú malvado (“Un bicho difícil, Phaegus, se comía todo, hasta las piezas de mi bicicleta inglesa que estaba desarmando. Lo encerré en un galpón y las recuperé, una a una”). Cuando visitaba a sus amiguitos “british”, si no pronunciaba “marmalade” no comía. La madre de Carl Rollitt, Miss Cecily, le daba clases: “Era duro, una inglesa total, no decía “yes”, decía (aspira) “ej”, para adentro”. A los 12 vivió en Buenos Aires, y el trabajo de su padre lo devolvió a Santa Fe, donde estudió abogacía, aunque hubiera preferido Filosofía y Letras.
Ejerció Derecho Comercial y de Familia en un estudio porteño infectado de escritores. Vivió un año en Perú, un sabático en Madrid, otro en Holanda y a punto de ser profesor en la Universidad de Lund (Suecia), lo llamaron para diseñar con otros intelectuales la política cultural para la campaña de Frondizi. ¿Maldice el día en que volvió?: “No sé, me duele mucho vivir en este país que amo, pero no sé si en otro hubiera sido tan plenamente feliz. Volví y estuve en un grupo con Ariel Ramírez y otros, pero fue una mala experiencia”.
Noticias: ¿Debut y despedida con la política?
Brascó: La política es muy sucia, una mafia. Frondizi me llamó, ya derrocado, yo trabajaba en Ducilo y me quedaba fuera de hora para escribir poesía. Pero le dije que ya no más. No obstante, con Frigerio me nombraron convencional y fuimos a una reunión política, era tan mediocre todo… me fui.
Noticias: ¿Esas divergencias lo alejaron de amigos?
Brascó: Mis amigos aceptan esto, otra cosa es alguien que se mete en la cosa política como guerrillero, son como monjes fanáticos. Yo perdí la amistad de Rodolfo Walsh y de (Julio) Cortázar: eran otros, muy duros. Con Walsh era muy amigo, ni discutimos, dejé de tratarlo. Cortázar cambió totalmente, fue monstruoso. Y como coincidió con un tratamiento biológico que hizo, pasó de ser un tipo angélico a un demonio. Era lampiño, dulce, simpático, y se volvió (dibuja una hipotética barba), duro, desagradable.
Noticias: Fue abogado de Prensa Latina en Aires, ¿por qué tomó distancia de la izquierda?
Brascó: Eso fue en el ’59, ’60, Castro era otra cosa, luego se radicalizó. Con la destrucción del Muro, la glasnort, el comunismo admitió su derrota. El capitalismo se devoró todo, es un infortunio que la izquierda se ocupe de problemas ecológicos. Brzezinski, en “La era tecnotrónica”, dice que capitalismo y comunismo son vasos comunicantes. Lo difícil es que coexistan sin querer fagocitarse. Creo que el demonio ganó la batalla.
Asumido como “un poeta siempre desconocido, lejos del marketing”, recuerda una humorada de Raúl González Tuñón: “Me dijo: “Miguel, no sos católico, en consecuencia la Iglesia no te apoya; no sos trolo, “La Nación” no te va a publicar nunca; y no sos comunista, el Partido no te apoya. ¿Por qué no te afiliás al PC? Te mandan a los congresos a Rusia, China, te publican..”. Como todo chiste, tenía un trasfondo de verdad”. Tampoco el peronismo logró captarlo, el rechazo fue visceral: “Era un régimen cursi, muy fascista, de mal gusto, eso era lo peor. Era director artístico de una radio en Santa Fe y vino un locutor a decirme que por orden del sindicato tenía que colgar un retrato de Perón. Armé una foto con los pichichos de Perón, se veía su mano y él en segundo plano, como desdibujado” (sonrisa ancha)
Noticias: ¿La política no conduce a nada? ¿Es insalvable?
Brascó: La política es necesaria, el problema es que la Argentina tiene un destino circular. Antes de la Revolución de Mayo, los españoles vendían los cargos de Alcalde en subasta, venían para acá y tenían que recuperar la plata. Este es un país de negocios y la política está entendida sistemáticamente en nuestra historia como un negocio mafioso. Por eso la votación del Senado a las retenciones fue la experiencia más sensacional y emocionante que tuve en 80 años. Tal vez la letra tuviese algunas flatulencias, pero la música era muy reconfortante.
Noticias: ¿Por qué el Di Tella le parece otro macaneo y no un gran taller de experimentación y transgresión?
Brascó: No podés estar en contra, pero no podés tomarlo en serio, era muy mediocre. Al costado del Di Tella había buenos pintores, pero Romero Brest era un macaneador.
Mucho antes de los moñitos y los tiradores –el emblema Brascó– Xul Solar le hizo una carta natal, que nunca le entregó: “Vio una cosa terrible: llevé a su casa a una novia que era lesbiana, y en los ’50 eso era para viciosos. Tuve tres novias lesbianas, si son pasivas no hay cosa más encantadora. Xul sólo me dijo: “Deje a esa mujer”. Después, en la revista “Claudia”, más de una vez Brascó reemplazó a Olga Orozco, la poetisa-astróloga, y escribió el horóscopo. En esa época entrevistó a Vittorio Gassman, que no lo deslumbró: “Siempre me pareció un italiano macaneador, simpático pero sobrador. No cambié demasiado el preconcepto”.
A Jacobo Timerman lo trató en “la Opinión”. Hacía una página de humor político semanal, le discutió un pago y le ganó: “Timerman no era agradable, era arrogante y taimado. Me dijo: “Sólo un catalán puede ganarle a un judío”. Una vez llegó a un casamiento con treinta monos, le dije: ‘Te pasaste’. Y contestó, no en broma: ‘No, en esta época el estatus se mide por la cantidad de guardaespaldas’. Fue un confabulador toda su vida”.
Noticias: Le ganó a Timerman y dice que es malo con los números. ¿Le inculcaron que hablar de plata no es de buen cristiano?
Brascó: Para nada, mi padre era muy serio en los negocios, pero yo soy negado para las matemáticas. El único buen negocio que hice se lo debo a Lucila. Ella murió y perdí «Cuisins &Vins;», la Expogourmandise, todo.
Áspero y frontal, con una larga lista de amigos, trató a Piazzolla, al Gato Dumas, a Quino (“Excelente persona, muy querible, un alma atormentada, “sould in torment”, es difícil ser su amigo”), es compinche de Landrú y de Sabat (“Un tipo interesantísimo, erudito, muy uruguayo: todo lo posponen un poquito…”).
Noticias: Usted divide a las mujeres entre las flacas y altas que se muestran a los amigos, y las pulposas para llevar al departamento. ¿Tuvo más flacas o más pulposas?
Brascó: Yo con las mujeres me equivoqué casi sistemáticamente, porque a los 17 me gustaban las chicas de 15, a los 30 también, a los 40 también… me casé siempre con mujeres muy jóvenes y fue un error. Patricia tiene 50 años, le llevo 30, pero por lo menos no es una péndex. La anterior tenía 35.
Noticias: ¿Las gana con el humor?
Brascó: Mirá, con la pinta no, soy un gordito bajo y narigón, si no me dejan hablar estoy perdido.
Noticias: Y a usted, ¿qué les resulta inolvidable de una mujer?
Brascó: El hecho de que sea casi hombre en la relación, que sea expeditiva, eficiente, que no llore.
Noticias: ¿Patricia Delmar es la última sorpresa que le reservó la vida?
Brascó: Sí, además de una manera muy agradable, me entrevistó para la revista “Nueva” y no la impresioné. La llamé para felicitarla al salir el reportaje y la invité a salir. Hace un año y medio que estamos juntos.
Noticias: La muerte de Lucila y de Irene, una de sus tres hijos ¿lo hicieron más fuerte o más vulnerable?
Brascó: No te cambia la esencia, sólo la actitud en ese momento. Uno es fuerte o no según su actitud frente a la vida, las experiencias y, sobre todo, las reflexiones sobre sí mismo y la existencia.
Noticias: ¿Cómo es tener una hija de 10 años, a los 80?
Brascó: Hay que aguantarse que le digan: “ah, estás con tu abuelito..” (ríe).Yo la paso muy bien, me hace algunas preguntas duras de contestar, como: “¿Cuántas mujeres tuviste?” Respondí con la mayor sinceridad y entendió. Milagros es muy sensata, razonadora, asimila rápido, muy parecida a mí.
Noticias: ¿Una hija tan chica aleja o acerca la idea de que un día de estos nos iremos de este mundo?
Brascó: La idea de la muerte está siempre presente para cualquier persona inteligente, he visto morir amigos y cada uno tiene su propia muerte, como decía Rilke. Hay que estar preparado, no negarla. Mi madre murió a los 104 años, me dijo: “No entienden lo que cuento, ya no celebran mis ocurrencias. No me gusta más vivir”, y a la noche se murió. Es un problema de la vejez: cada vez te interesa menos la gente, te parece más tonta. Desde hace dos años no escucho bien y me di cuenta de que podía conversar perfectamente, todos te dicen lo mismo…
Este señor que está más allá del bien y del mal, cada año prueba 1.200 vinos para escribir el Anuario Brascó-Portelli. En la evaluación lo ayuda el ejercicio de la poesía: “Te capacita para expresar sensaciones y sentimientos sutiles. Hay vinos que los tomás y una parte sube por el cuerpo y otra baja, tienen mucho alcohol, lo que sube es el “spirit” y lo que baja es la estructura. Si lo explicás bien, la gente se fascina”. Sus papilas exquisitas le reditúan cuando cocina, con una proverbial perspicacia para los puntos de cocción: “Patricia cocina infinitamente mejor y con mucha libertad, yo soy más ortodoxo”.
Noticias: Suele desmitificar el bla blá sobre los vinos: “Aroma a montura de caballo sudado, a fósforo de madera encendido”. ¿Gente imaginativa o macaneadores rasos?
Brascó: Son absolutamente macaneadores. La revista “Wine Spectator” se especializa en estas descripciones, con metáforas propias de los norteamericanos: “Fragancia a pastel de manzana puesto a enfriar en la ventana”. Acá no se come apple pie, las cocinas no tienen ventanas…
Noticias: Escribió que el torrontés actual es un vino gay, caramba…
Brascó: De un manera convencional, es lo opuesto a lo masculino, auque hay gays que te dan una patada de karate. También el merlot es gay, un vino frívolo, malvadito (sonríe), contrapuesto al cabernet con el cual siempre va unido, que es un cepaje aburrido, poco comunicativo. ¿Qué pasó con el torrontés?: era un vino patero, barato, con el aroma muy fuerte de los terpenos. Para poder exportarlo le sacaron la fragancia de los terpenos, pasó de ser un vino salvaje, rústico, a ser inocuo. No tuve la perspicacia de precisar que perdió la agresividad.
Noticias: En gastronomía también hay mucho mandaparte. El escritor Manuel Vincent sostiene que la cocina molecular, con sus espumas y geles, es “comida para desdentados”.
Brascó: Ocurre en toda la cultura, se crea para lo que yo llamo el consumidor mayoritario silencioso. Y la cocina molecular de Adriá es meritoria, innovadora, pero dos veces no la comés. Por eso Adriá cierra seis meses al año. El macaneo glorioso no es eso, sino el argentino que copia a Adriá y lo repite.
Noticias: ¿Qué le gustaría comer el último día de su vida?
Brascó: (piensa) Puchero. Preferiría prepararlo yo, es un plato difícil, pero seductor, voluptuoso. Con el caracú tomaría un vino Late Harvest, con la carne de gallina un rosado genuino, y debería incluir un syrah.
Noticias: ¿Quién lo acompañaría?
Brascó: Patricia es una gran compañera para banquetes mortuorios.
Noticias: Después del festín, ¿qué escribiría de epitafio?
Brascó: El que usó W. C. Fields, quien nació en Filadelfia y la odiaba, una vez dijo: “Fui a Filadelfia y no pude entrar, estaba cerrada”. En su epitafio puso: “Aquí yace W. C. Fields, que preferiría estar incluso en Filadelfia”.