Mauricio Macri marcó por fin el territorio. En teoría, su mejor escenario electoral será el de la Ciudad de Buenos Aires, sobre todo después de que Daniel Scioli, por orden presidencial, se mudara a la Provincia y le dejara vacante el primer lugar de las encuestas porteñas. Pero la decisión PRO no supone que el Presidente dejará de jugar el juego del enemigo emblemático: no hay día que no se acuerde del presidente de Boca para chicanearlo o minimizarlo. Táctica obvia: para situarse en el lugar imaginario de la izquierda, se necesita a alguien parado en el espacio de la presunta derecha. Aunque ya no sea un contrincante presidencialista.
Néstor Kirchner, se sabe, es su propio jefe de campaña y sus socios más adictivos aseguran que no le va tan mal. Maneja su propia escalada. Primero, madrugó hasta a su propios adictos lanzando al ruedo bonaerense a Daniel Scioli. El Diablo convertido en Pastor: tal vez el único y el mejor candidato a que pueda aspirar el oficialismo en la Provincia. “Su verdadero rehén”, traducen los militantes de Compromiso K. Enseguida, pretendió sorprender con Daniel Filmus en la Capital, una maniobra de corto alcance y escasas probabilidades de éxito pero que terminó radicalizando a Jorge Telerman y precipitando su llamado a elecciones para una fecha clavada cinco meses antes de las presidenciales de octubre. A esta altura, noventa días de campaña resulta un tiempo demasiado escaso para instalar a un ministro anodino. El Presidente ensayó una buena estrategia, en el caso bonaerense, y recurrió a la única disponible en el esquivo distrito capitalino.
Tiempo de definiciones. El efecto dominó era inevitable. La presión mediática alimentada por el propio oficialismo, combinada con la opinión mayoritaria de la propia tropa porteña, obligaron a Macri a decidirse por la candidatura a Jefe de Gobierno. Como contrapartida, el kirchnerismo empujó a Filmus a hacer de “clavadista”, es decir lanzarse de cabeza a un improvisado y demagógico anuncio de aumento salarial para los docentes, impagable hasta para los funcionarios más alcahuetes de la Rosada en la Provincia. Hasta Scioli se estremeció. El Gobierno terminó enredado en la discusión sobre el monto del subsidio que la Nación aportaría al exhausto gobierno de Felipe Solá.
Kirchner, tras cartón, volvió a su cantinela antimacrista. Sus laderos lo justifican: “En primer lugar, no tiene otro contrincante serio a nivel nacional y, además, quiere curarse en salud por si sale un frente con Macri en Capital, Juan Carlos Blumberg en la Provincia y Roberto Lavagna en la Nación. Todos pierden si se los cuenta por separado, pero pueden crear una ilusión opositora”, se regocija un hombre del riñón pingüino vinculado al diputado provincial santacruceño Olaf “Pilo” Asset.
Pese al debilitado horizonte opositor de estos días, el Presidente no confía. Ya ha dicho que será él, y a último momento, el que definirá las listas nacionales y quien concentrará los votos de las dos boletas que se presentarán colgadas a su reelección en cada sección electoral: la renovadora del Frente para la Victoria y la representativa de cada PJ local, en general matizada por intendentes más o menos impresentables. En cualquier caso, gana Kirchner.
Operadores se ofrecen. Los armadores de esta poliestructura tienen nombres y apellidos: el líder piquetero y funcionario bonaerense Emilio Pérsico, los legisladores nacionales Carlos Kunkel y Dante Dovena, el apoderado y legislador bonaerense del Frente para la Victoria Carlos “Cuto” Moreno y un íntimo del “Uno”, el asesor presidencial José “Pepe” Salvini, de la llamada Corriente Peronista Federal. Es posible deducir a esta altura que Scioli surge como el mascarón de proa de una construcción política superior que no maneja y a la que no tendrá acceso. Su aporte es la popularidad y su capacidad de “juntar todo”, dentro y fuera del peronismo.
¿Por qué entonces Kirchner necesitaría a Macri de punching ball nacional, si se acepta que la Provincia la tiene asegurada -un piso de 45% y una proyección que llega hasta casi el 60%- y que el único que puede ser medido hasta ahora es Blumberg y con una intención de voto alejadísimo del candidato Scioli? NOTICIAS recogió algunas respuestas entre los voceros más calificados del entorno político-amistoso de Kirchner:
l “Es el modelo Santa Cruz: primero, la definición del enemigo. ¿Qué pasó en Misiones? El Presidente, más que apoyar a Rovira, identificó a Ramón Puerta como su principal oponente y por eso se bancó la reelección indefinida. Jugó como siempre y esa vez perdió. Pero Macri, hoy por hoy, es el contraste ideal para imponer su propio perfil, sea él o Cristina la candidata. De paso, apuntala a Filmus”.
l “Pese a lo que se cree, al Presidente lo complica la falta de oposición. Aunque, al mismo tiempo, teme que se arme un frente en su contra, actúa preventivamente. Lo que quería era armar él mismo la oposición, pero no hay tiempo”.
l “La metodología de dejar que se cuelguen todos a su candidatura, aún los impresentables, es muy duhaldista. El Cabezón hacía internas, pero no daba lugar ni a la minoría. Ahora Kirchner se reserva el derecho al ‘dedo’, todos lo tienen que aceptar, pero en cada elección deja un tendal de resentidos que, cuando cambian las circunstancias, traicionan fácilmente, como los duhaldistas a Duhalde. Polarizar en contra de un opositor ideal, permite ese tipo de construcción”.
l “Apuntarle a Macri significa erosionar, fragmentar y confundir a todo el espacio crítico que pueda surgir enfrente del kirchnerismo. Que no es una tendencia orgánica partidaria pero que tiende a crear estructuras de poder e influencia”.
l “La trilogía de Kirchner es: caja propia, obra pública para repartir y sistema de protección y lealtades. Hace falta un challenger político para darle contenido a la campaña, esté donde esté. Y parece que Macri es el que más puede crecer a futuro”.
Probablemente, además de los argumentos de sus seguidores más fieles, Kirchner guarde otros secretos. ¿Por qué a Lavagna no lo agranda atacándolo sino que envía a otros funcionarios para pegarle? ¿Por qué habla mal de Telerman en privado y no atreve a ir decididamente contra él en público? Se podrá decir que, en el primer caso, el ex ministro no es un competidor peligroso y, por lo tanto, no valdría la pena ponerlo en el centro del escenario y que, en el segundo, siempre existe la posibilidad de que en un eventual ballotage porteño sea el actual intendente de la Ciudad el que tenga que frenar a Macri y no Filmus.
El modelo político. Lo que dicen los asesores presidenciales, sin ningún tipo de eufemismo, es que la institucionalidad del país futuro pasará por dos nuevas fuerzas: una de centroizquierda y otra de centroderecha. “La alternancia no se dará nunca más entre peronistas y radicales, sino entre una fuerza progresista y otra que exprese a la derecha democrática. Kirchner no vino a liquidar la institucionalidad, como dicen algunos, sino a crear las condiciones para una nueva”, dicen en las cercanías del ministro Julio De Vido, exponente de un ala del kirchnerismo más pragmática y ya decididamente enfrentada a las operaciones que llevan el sello del jefe de Gabinete Alberto Fernández.
El Presidente parece tener toda la iniciativa política. El espacio aparentemente progresista no atina a criticar al Gobierno. Al contrario, trata de disfrazarse dentro de sus listas y estructuras, como son los casos de Aníbal Ibarra en la Capital y, tal vez, el del intendente de Mar del Plata, el radical Daniel Katz. Y de muchísimos otros personajes en las provincias e intendencias. La aún solitaria candidatura presidencial de Elisa Carrió parece una confirmación de esa nebulosa opositora. El propio Lavagna pagó el precio de envolverse en la maraña internista y minoritaria del radicalismo alfonsinista.
El escenario preelectoral parece dar la razón a Kirchner. Pero aún así, su situación dista de ser la ideal en los cuatro distritos fundamentales del país: a excepción de la comodidad que parece gozar en la provincia de Buenos Aires –y a expensas de Scioli, un hombre que no es propia tropa-, las perspectivas en la Capital, Santa Fe y Córdoba no son para nada halagueñas. A priori, pierde en los dos primeros y en el tercero, no se anima a apoyar a nadie. “Pero la relección gana en todo el país. Ahí sí, es blanco o negro”, se ufanan sus encuestólogos.
La gente que asesora a Macri sugiere que su candidato no caerá en la trampa de enojarse o darle el gusto a la jugada presidencial. Tampoco aceptan la especulación de que podrían beneficiarse de una doble candidatura de Mauricio, en junio a la Ciudad y en octubre a la Nación: “Si gana, gobierna y si pierde, quedará debilitado para ir por la Presidencia”, sostienen. Prefieren que Macri enfatice en un perfil vecinalista y desarrollista en vez de caer en el politiquero y confrontativo de Telerman y Filmus. “Algo tendrá que hacer porque ni los empresarios le ponen plata”, lo provocan las huestes de Fernández habituadas a las campañas sucias.
El tiempo dirá si el Presidente es el gran estratega de su propio destino o si es un intuitivo más que está sólo concentrado en juntar votos, sea como sea y con quienes y cuantos sean. Según Macri, su ambición lo dejará en evidencia.