Cómo le va, Peña Lillo?”, dice el propio Peña Lillo que le preguntó Carlos Menem, saliendo de la fila de su comitiva para saludarlo, cuando confluyeron en la Iglesia Stella Maris, donde se realizaba una misa recordatoria del viaje del general Leal a la Antártida. El riojano ya había tenido tiempo de demostrar que, contrariamente a lo que había prometido en su campaña, muchos serían defraudados. “¿Cómo quiere que me vaya? –le contestó Peña Lillo. Yo fundo una editorial nacional y usted trae al liberalismo.”
Como no podía ser de otra manera, Peña Lillo figuraba en la lista de los defraudados, dado que a través de la editorial que llevaba su nombre dedicó la vida a crear un espacio para el pensamiento nacional. Editor visionario, fue quien consolidó a Arturo Jauretche como uno de los más lúcidos intelectuales argentinos y quien le dio cabida a hombres de pensamiento tan disímil como Ernesto Palacio, José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos.
A los 90 años Peña Lillo sigue tan activo como siempre y lleno de proyectos. Con su viejo sello reeditó “Polémicas”, de Jauretche, y está reimprimiendo el resto de su fondo editorial en colaboración con Ediciones Continente. Cuando le elogian su acogedora y ultramoderna casa de Ituzaingó, contesta: “Es grande, ¿no le parece que aquí se podrían organizar reuniones culturales?” No tiene problemas en subir cuantas veces sea necesario a la planta alta para traer un papel, un libro que corrobore lo que dice.
Cuando termina la entrevista anuncia que tiene todo preparado para tomar el té. En la cocina, mientras despliega su hospitalidad, sigue contando anécdotas. Dice que cuando editó junto con Vicente Federico del Giúdice, con quien compartió sus primeros proyectos editoriales, “El idioma de los argentinos” y le fue a pagar los derechos de autor a Borges, éste se sorprendió asegurando que era la primera vez que recibía dinero por un libro.
Su cumpleaños número noventa le trajo homenajes y reconocimientos. Él se muestra alegre y, a la vez, sorprendido, como si no estuviera del todo seguro de merecerlos.
Noticias: ¿Cómo fue que usted hizo un cambio fundamental en el mundo de la edición y comenzó a editar a pensadores nacionales?
Arturo Peña Lillo: Fue debido a la edición de un libro fundacional que me definió mucho, “Historia de la Argentina” de Ernesto Palacio. Cuanto sale, prácticamente se convierte en un best seller.
Noticias: ¿En que año fue?
Peña Lillo: En 1953 o ’54. Ese libro concitó el interés de muchos escritores nacionales que estaban completamente olvidados o que no tenían ninguna posibilidad de expresarse. Todos coincidían en una idea: un pensamiento revisionista, nacional en el mejor sentido de la palabra, es decir de un nacionalismo democrático. Por eso Jauretche siempre aclaraba que no era nacionalista sino nacional, por las implicancias que tenía la palabra “nacionalista”.
Noticias: ¿Además de las ventas, qué otros elementos le indicaban que el libro de Palacio estaba marcando un nuevo rumbo?
Peña Lillo: Por ejemplo, al poco tiempo me encuentro con Jorge Abelardo Ramos y me felicita por el libro de Palacio, aunque Palacio era un hombre de la derecha, un hombre de la Acción Católica y Ramos era un hombre de izquierda que ya había fundado unos pequeños diarios de lucha obrera.
Noticias: ¿Usted en ese momento coincidía ideológicamente con el Partido Comunista?
Peña Lillo: No puedo decir que fui militante comunista, pero como había sido obrero y delegado gráfico y ya estaba trabajando en la Editorial Hachette, cuando se producían algunos movimientos populares, el Partido se acercaba a uno no porque fuera militante, sino porque uno estaba en la causa. Era proletario, un hombre de trabajo, por lo que lo veía con mayor simpatía que al radicalismo, que expresaba a la clase media.
Noticias: ¿Y cómo se da su acercamiento al peronismo?
Peña Lillo: A través del revisionismo y del nacionalismo, a través de los autores que me van rodeando como Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós, el mismo Hernández Arregui con el que tenía bastante relación, Fermín Chávez…En fin, edité más de setenta u ochenta autores nacionales.
Noticias: Es decir que todos esos autores fue usted quien les dio voz.
Peña Lillo: Completamente. Después de haber publicado el libro de Palacio, me encuentro con Jauretche que ya había dejado su función como presidente del Banco de la Provincia y estaba un poco en el llano. Estamos hablando del año ’54, cuando ya había bastantes problemas internos dentro del peronismo y él estaba en una actitud crítica. Cuando cae Perón, Jauretche, que no había renegado de su ideología peronista a pesar de que se había distanciado de Perón, ante la llegada de Presbisch y su equipo publica en el diario “El líder” un artículo que se llama “El Plan Presbish, retorno al coloniaje” en el que hace un análisis del Plan demostrando que con él volvemos a la era de las vacas. Cuando cierran “El líder” por sus artículos, se tiene que exiliar en Montevideo.
Noticias: ¿Y que pasó con Jauretche?
Peña Lillo: Al poco tiempo volvió y se instaló acá. Entonces tengo la oportunidad de asistir al Instituto Juan Manuel de Rosas, donde daba una conferencia meridianamente lúcida y aclaratoria de lo que era el revisionismo y de cómo la Historia era una víctima de la política. Ese análisis se tituló “Política nacional y revisionismo histórico” y lo publiqué en una colección que ya estaba pergeñando con Abelardo Ramos, una colección de volúmenes pequeños, pero que actualizaban el pensamiento del momento. Ramos había escrito un libro muy bueno para la colección, “Historia política del Ejército Argentino”. En la misma colección salen textos de José María Rosa, “La historia falsificada” de Ernesto Palacio, en fin, más de cuarenta volúmenes. Así vamos creando el pensamiento nacional, que antes era una cosa folkclórica de guitarra y zamba.
Noticias: ¿También publicaba a autores jóvenes no tan conocidos?
Peña Lillo: Sí, por ejemplo Rodolfo Ortega Peña jamás había publicado nada, Eduardo Luis Duhalde, Fermín Chávez que ya había publicado algunos libros, y toda la gente de izquierda. La editorial era un crisol, pero se entendían. Un tipo como Sánchez Sorondo, que era bien de la derecha, se aviene a publicar donde publica gente de izquierda
Noticias: ¿Y cuál era el punto de coincidencia, si es que lo había?
Peña Lillo: Coincidían en una sola cosa: lo nacional. Se entendían a través del revisionismo.
Noticias: ¿La dictadura militar del ’76 marca el fin de su editorial?
Peña Lillo: Creo que sí, porque yo me sentí completamente desarmado. La editorial comenzó a carecer de posibilidades de expresarse. Los libreros nos devolvían los libros porque el hecho de que un libro estuviera editado por Peña Lillo ya era mal visto. Lo único que publiqué durante el Proceso, lo hice en complicidad con Norberto Galasso y fue una recopilación de opiniones de Jauretche que saqué con el nombre de “Política y economía”. No sé si no se enteraron, pero se vendió lo más bien.
Noticias: Les dejó la editorial a sus empleados, ¿no es así?
Peña Lillo: Sí, editaron algunas cositas, pero no tenían vocación. Para mí la editorial no era una empresa comercial, sino un tema ideológico, aunque me permitía vivir de eso. Nunca hice dinero. Si tuve una casita en Morón fue por un crédito del Banco Hipotecario. He vivido, pero no me he enriquecido. Y me parece bien que haya sido así, porque nunca perseguí el éxito económico. Mi satisfacción era la de tener una idea y concretarla.
Noticias: Usted, el editor de autores argentinos, nació en Chile. ¿Es cierto que su infancia fue muy difícil y que tuvo muchos problemas con su padre, un partidario de Primo de Rivera?
Peña Lillo: Sí, nací en Valparaíso. Mi padre era un español de ideas fascistoides. Cuando llega a Valparaíso lo hace como tripulante de un barco alemán. Al llegar a puerto, se declara la Guerra del 14. Entonces el barco queda en mano de las autoridades chilenas, no puede salir. Mi viejo baja a tierra, tiene que vivir. Conoce a mi madre, se casa y nazco yo. Pero él tenía sus hermanos en la Argentina y vino a pedirles ayuda porque se había quedado sin un maravedí. Luego nos manda a llamar a mi madre y a mí. Yo tenía unos tres años. Mis padres se radican acá.
Noticias: ¿Su padre padeció un grave problema psiquiátrico?
Peña Lillo: Si, yo tenía tres o catorce años. Mi padre enloqueció. Tenía delirio de persecución y era muy violento, usaba armas. Cuando se declara su enfermedad, encerrado en una habitación de cuatro por cuatro comienza a los tiros. Tuvo que intervenir la policía y lo internamos en el hospicio. Antes existía la idea de que el aire puro podía ser beneficioso para ese tipo de enfermos. Así que luego de un tiempo lo llevamos al sur, a una isla donde estaba un hermano de él, pero no hubo caso.
Noticias: Usted se puso a trabajar.
Peña Lillo: Sí, me gustaba el campo: jinetear, arrear, hacer trabajo de corral, enlazar, pialar, marcar. Lo fui haciendo con mucho gusto y hasta con cierta eficacia. Hasta me tocó hacer arreos. Cuando volvimos a Buenos Aires, conseguí trabajo en una barraca de lana en la avenida Montes de Oca. En ese tiempo tendría ya unos dieciocho años.
Noticias: ¿Y que hay de cierto en eso de que trabajó como bailarín de tap, de zapateo americano?
Peña Lillo: (Se ríe). Es cierto. Zapateé con Armando Rolón, que fue uno de los grandes locutores. Yo tenía necesidad de trabajar y vi un aviso en el que pedían gente que pudiera zapatear para un teatro de revistas.
Noticias: ¿Y usted sabía zapatear?
Peña Lillo: En esa época todos estábamos influenciados por Fred Astaire, de modo que quién no zapateaba un poco. Voy, me ofrezco y me toman. Armando zapateaba tan bien que hasta podía zapatear “La Cumparsita”. Se inauguró la revista, zapateamos, pero no cobramos, de modo que en una de las funciones, dado que yo siempre encabezaba todas las huelgas, cuando llegó el momento de que saliéramos a zapatear todos los “boys”, me pongo en la boca de entrada del escenario, los paro a todos y no los dejo entrar. Ahí se terminó la revista y nunca cobramos nada.
Noticias: ¿Qué otras huelgas encabezó?
Peña Lillo: En una imprenta muy importante de esa época, la de J.L. Rosso, que era una imprenta tradicional que imprimía la colección que dirigía José Ingenieros. “La cultura argentina”.
Noticias: ¿Cuál era su trabajo allí?
Peña Lillo: Trabajaba en una máquina impresora. Era delegado y aproveché el turno de la noche para imprimir un volante incitando a la huelga. Me descubrieron y uno de los hijos de Rosso me llamó al escritorio y me despachó. Los delegados de esa época no teníamos ningún fuero.
Noticias: ¿Cómo nació su vocación por los libros?
Peña Lillo: De chico siempre fui una rata de librería. Me gustaba ir a las librerías de viejo, leer libros de Salgari, de Dumas, el “Judío errante” de Eugenio Sue. Eran libros de una época en que no había radio ni televisión y apenas nacía el cine.
Noticias: ¿Usted cree que el país le reconoció todo lo que usted le dio?
Peña Lillo: Estoy jubilado con una jubilación mínima. Pero al homenaje que me hicieron cuando cumplí noventa años fueron más de trescientas personas. Me llaman de muchos lugares. Me hacen notas. Colaboro con Ediciones Continente. Ustedes han venido desde el centro a mi casa para hacerme esta entrevista. Ese es el reconocimiento.