Te vendieron en el municipio”, le confió uno de los secuestradores. Atado a la cama con una soga, en la penumbra de una pieza en la que estuvo encerrado durante 26 días, a Hernán Ianonne (22) esa frase lo sacudió. Custodiado por cinco personas, sin poder moverse y, a veces, acompañado por el sonido de la radio, el joven de 22 años trató de armar el rompecabezas de su propio rapto.
Tuvo mucho tiempo para pensar. Los secuestradores no lo golpearon, ni amenazaron y, antes de largarlo, le cortaron el pelo, dejaron que se afeitara y cambiara de ropa, según declaró ante la fiscalía federal de Tres de Febrero, a cargo de Paul Starc. No les vio la cara, pero se formó una vaga idea de por qué estaba ahí, en una casilla en los alrededores de Gran Bourg, en el conurbano bonaerense.
“Es un caso extraño. No es un secuestro más”, afirma a NOTICIAS una alta fuente de la causa. La liberación de Ianonne, en la noche del martes 11, fue un alivio no sólo para la familia. La intendencia de José C. Paz, donde ocurrió el hecho; la gobernación de la provincia de Buenos Aires y hasta la Casa Rosada hicieron esfuerzos denodados para que el secuestro extorsivo que salpica a un aliado presidencial se resolviera cuanto antes.
El entregador. Los Ianonne son muy conocidos en José C. Paz, donde viven. Luis, el padre de Hernán, tiene dos emprendimientos madereros y es proveedor del municipio. Su cuñado, Miguel Estete, también le brinda servicios de perforación a la comuna, a través de su empresa Arco Iris.
La relación de la familia con Ishii no es sólo comercial. Son amigos desde hace años y el intendente estuvo en contacto con ellos durante el secuestro. Es más, la noche de la liberación, el hoy referente kirchnerista pasó por la casa y festejó el regreso de Hernán. “Ese lugar parecía una unidad básica. Había empleados municipales y punteros”, sostiene un testigo del episodio.
Los investigadores están convencidos de que hubo un entregador en la Municipalidad y buscan determinar los alcances políticos. Los delincuentes sabían a la perfección la rutina de los Ianonne y el dinero que manejaban. Estaban al tanto de que el empresario maderero era un proveedor menor del municipio, pero que el último año había dado un salto: las facturas que antes eran de $ 20.000, luego llegaron a $ 400.000. Desde mayo pasado hasta la actualidad, le facturó unos 5 millones de pesos.
La banda tenía detalles de los movimientos financieros. En un diálogo telefónico, cuando Luis explicaba que no podía juntar el dinero -al principio habían exigido 500.000 dólares-, uno de los secuestradores habría retrucado: “¡Si vos acabás de cobrar un millón de la Municipalidad!”.
Vínculos políticos. El rol de Juan “El Loco” Jorge es clave en el entramado. El hombre, exonerado de la Policía Bonaerense en 1997 y empleado de la intendencia de Ishii, es uno de los cuatro detenidos. Está sospechado de haber participado del operativo de secuestro, pero él lo niega. “Esto es una cuestión política”, argumenta. Se refiere a internas del PJ en José C. Paz. Una lucha feroz que enfrenta a Ishii con otros pequeños barones que se disputan el poder en uno de los partidos más pobres del conurbano.
En su declaración, Jorge dice que es “puntero” del intendente y que por eso no tenía “asiento” ni “espacio físico” de trabajo. Algunos objetan que el nivel de vida poco encuadraba con sus ingresos: le adjudican una casa con piscina en Villa Adelina, una camioneta cuatro por cuatro, y un plasma de $ 30.000. “El Loco” advirtió en su testimonio: “Si me preguntan a mí cómo compré el auto, pregúntenle también a Ishii como compró sus campos”.
El otro arrestado, también procesado por el juez Juan Culotta, es Juan Viana. Se investiga si proveyó autos a los secuestradores, como también lo habría hecho con otros jefes de famosas bandas: Cristian “Hígado” Muños y Maximiliano “Pachu” Peñaflor. Viana es, además, hermano de Carlos, un concejal del bloque Compromiso K de Malvinas Argentinas.
El viernes 8 detuvieron a los últimos dos involucrados, de 20 años cada uno, quienes tenían el teléfono Nextel de Hernán. Hoy están tras los pasos de unas 15 personas. La banda no sería del todo profesional. “Cometieron errores muy burdos, pero también tuvieron la capacidad para tener encerrado a una persona por 26 días”, explica un investigador.
A la enroscada trama política, se agrega otra versión: Juan Carlos Blumberg, hasta hace unos días consejero de los Ianonne, vinculó el secuestro con una supuesta red de narcotraficantes que tendría complicidad policial y de personas de la Municipalidad de José C. Paz, según denuncias que recibió en la Fundación que preside. Hizo referencia al incendio que sufrió Ianonne en una de sus madereras un tiempo antes de que raptaran a Hernán. “Aparentemente, y esto se lo comuniqué al fiscal, el incendio podría haber sido para tapar un cargamento de droga y al chico no lo largaban hasta que no pagaran el dinero”, sostuvo.
Billetes. Aunque el importe del rescate ya estaba arreglado el domingo 3, la liberación se demoró más de una semana. A último momento, los secuestradores llamaron a Luis para acordar el pago: le ordenaron tomar un tren hasta Retiro, viajar en el último vagón (último asiento y a la derecha) y arrojar el dinero por la ventanilla al divisar una fogata poco después de cruzar el Riachuelo.
Antes, un confuso episodio desató la polémica. Blumberg denunció que policías bonaerenses intentaron robar $ 47.000 del rescate, cuando el padre llevó el dinero a la DDI para que registraran los números de serie de los billetes. Según el ingeniero, los uniformados devolvieron una suma menor, y entonces Ianonne alertó sobre el faltante. ¿Es creíble la versión? ¿Es una práctica habitual (ver columna)?
“Son mentiras. Blumberg entorpeció la causa”, sostuvo Susana Estete, la madre de Hernán. Es llamativo cómo en apenas un día la familia dejó de agradecer la compañía del referente de la lucha contra la inseguridad y lo catapultó en el rincón de los indeseados. Envalentonados por los dichos, el gobernador Felipe Solá y el Ministro de Seguridad de la provincia, Leon Arslanian, también lo cuestionaron.
Blumberg contraatacó: reveló que la información se la había confiado Miguel Estete, tío de Hernán (quien ofició de nexo con los medios), y que tenía como testigo a Carlos Garnil, padre de un joven secuestrado en el 2004, quien reconoció el diálogo. Estete ratificó sus declaraciones ante la fiscalía y dijo no entender por qué la familia lo niega.
Mientras, los Ianonne intentan mantener a Hernán lejos de la vorágine mediática. Se mostró una vez, desganado y pálido, luego de un cautiverio de casi un mes. Apenas una sonrisa aturdida se le escapó entre tantos flashes.
(sbt)La costumbre de restar(sbt2)
Durante los años oscuros de la dictadura se lo conoció como “botín de guerra” y era una suerte de compensación o derecho de pernada en especie que se cobraba por el trabajo de arrestar y desaparecer “delincuentes subversivos”. Es sabido que las malas costumbres son difíciles de erradicar. Con el tiempo y la democracia el hecho mutó a faltantes a la hora de contabilizar drogas y “souvenirs” que en muchos casos denunciaron los infelices acreedores a un allanamiento policial.
Como una suerte de leyenda urbana repetida, las quejas y denuncias de “mejicaneadas” en secuestros de piratas del asfalto, arrestos de autores de asaltos a bancos que no incluían al responsable de guardar el botín y sugestivas zonas liberadas fortalecieron el descrédito por parte de una sociedad cansada de ser victimizada por partida doble: por delincuentes con y sin uniforme.
Luego vinieron los robos de autos y el recupero de la mano de diligentes intermediarios, previo pago del rescate, claro. Y en los secuestros extorsivos más de una vez las víctimas recuperaron su libertad, mas no el dinero, que nuevamente se desvanece de la mano de algún “autor ignorado” que conseguía escapar. Hoy con vergüenza ajena asistimos a esta suerte de sainete en clave trágica que incluye denuncias y contradenuncias, afirmaciones y rápidos desmentidos de alguna “astillita” que se quedaría entre los dedos de quienes deben controlar y no restar.
¿Llegará la hora en que estas leyendas dejen de serlo? Si eso no sucede, la ansiada y necesaria credibilidad de quienes nos protegen y sirven seguirá demorándose. Y va quedando poco margen para la espera.
Escribe Luis Vicat, Lic. en Seguridad y ex Director de Asuntos Internos de la Policía Bonaerense.